INSTRUCCIONES PARA LA QUEMA
dante fue concebido en una noche de san juan, la más corta del año, con la excusa perfecta de su padre para no querer hacer el amor con su madre durante más tiempo del necesario: apúrate, que en nada se va a hacer de día. su padre, fausto, no podía aguantar la mirada de su esposa, falla, porque en el fondo no la quería, y por eso sus encuentros eran breves. a oscuras. o de espaldas. los padres de dante regentaban un puesto de venta de petardos en la playa durante el verano. durante el invierno, fausto trabajaba en una fundición y falla en un horno de pan industrial. mientras que fausto estaba quemado del trabajo, a falla la consumía la pasión no correspondida de su marido. su matrimonio estaba hecho de cenizas que falla resguardaba del viento. habían erupciones, pero eran violentas. había calor, pero era temperamental.
el pequeño dante se crió entre sacos de harina y de hollín. en la playa hacía castillos con una mezcla a partes iguales de pólvora y arena. cuando chasqueaba los dedos salían pequeñas llamas de la punta de sus dedos y los compañeros de clase le llamaban pequeña antorcha humana. se ponía sus guantes ignífugos y leía durante horas sobre como determinadas sectas se suicidaban a lo bonzo, subrallaba datos de perfiles psicológicos de pirómanos, se informaba de como en algunas barberías de la india el pelo se cortaba con fuego. sus platos preferidos llevaban guindillas y jalapeños. sus dos películas preferidas, fahrenheit 451 y el coloso en llamas.
el único fuego al que dante temía era al de su padre, la forma como ignoraba a su madre y lo menospreciaba a él. cuando se quedaba a solas vendiendo petardos en el puesto, los clientes habituales le daban ánimos, le decían que su padre ya cambiaría algún día. dante les devolvía el cambio y una sonrisa insegura. se había dado cuenta que cuando miraba con odio a su padre de sus ojos salían chispas, que la temperatura de su cuerpo subía y que le salía vapor por la nariz, su sangre más licuada de lo que era habitual.
conoció a mar en el último año de instituto. besarla por primera vez cuando el profesor de ciencias oscureció la sala para la sesión de diapositivas le hizo sentirse en calma, una ola de calor creciente que rompía bajo el agua y solo dejaba espuma fresca al paso y olor de azufre. me haces hervir, le dijo ella con un mapa de capas geológicas proyectado en la cara. me haces humear, le respondió él con la falla de san andrés proyectada en superposición encima de su sonrisa.
falla puso en marcha el horno y cerró la puerta, solo que esta vez lo hizo por dentro. entre las bandejas con masa del pan aún cruda, decidió poner fin a la invisibilidad a la que su marido la tenía sometida. mientras la piel se le hinchaba y cuarteaba y se le evaporaban los ojos pensó que ese dolor era soportable, que los años de matrimonio la habían insensibilizado. solo le dolió pensar en dante pero para entonces las baguettes estaban ya en su punto.
incapaz de sostener la responsabilidad de su actos, fausto se volcó en amedrentar a dante por la muerte de falla. quemó sus libros, abrasó sus películas y le hizo duchar con agua fría una y otra vez intentando apagarlo, extinguirlo. así que una noche poco antes de su cumpleaños, dante bajó a la caseta de los petardos e hizo inventario. llamó a mar y quedó en recogerlo a medianoche. fausto vió luz en la caseta y pensó que el inepto de su hijo se había dejado abierta la bombilla así que bajó a la playa determinado a darle una lección cuando volviera a casa. sin embargo, no llegó a la caseta puesto que perdió el conocimiento a pocos metros, después que dante le rodeara la boca y la nariz con un trapo empapado en el éter que él y mar habían robado de la clase de ciencias.
para cuando fausto volvió a abrir los ojos estaba atado a una silla. tenía dos tracas de 160 águilas enrolladas en cada pierna y en cada brazo. ramilletes de chinos debajo de las uñas de los pies y manos. ristras de truenos atadas a las rodillas. cuatro font dels encants atadas a cada una de las patas de la silla. el torso cubierto de girasoles y cracklings. y una ruleta multicolor aprisionada en la boca con esparadrapo. todos los petardos de la caseta atados a su cuerpo. y entonces dante chasqueó los dedos.
las palmeras, los relámpagos y las centellas empezaron a iluminarle de espaldas mientras el estruendo iba en aumento, sus huellas espaciándose cada vez más por la arena de la playa. había que darse prisa, antes que los vecinos salieran a sus balcones. vió a mar apoyada en la barandila del paseo. la besó y entraron en el coche. ¿cómo estás? preguntó ella. hay fuegos que ni el agua puede calmar fue todo lo que dante pudo contestarle.